sábado, agosto 27, 2005

De fusilados y una cabeza de fraile en una pica en la Quebrada de Humahuaca

(...) El general Rondeau, más bien como quien se sacude de un peso que lo abrumaba que como un general que combina una operación militar, había destinado a la vanguardia algunas tropas que, bien dirigidas, podían haber prestado muy buenos servicios. Mas nada de esto hubo: lanzadas al acaso, mandadas por Güemes, que con algunas milicias se había avanzado también, vagaron inúltimente por lugares desiertos, fatigaron la tropa, concluyeron su equipo y acabaron por replegarse a la posición de Humahuaca. En seguida se acantonó todo el ejército en la quebrada, en los pueblecillos de Tilcara, Huacalera, Uquía y Humahuaca, los cuales, distando cada uno entre sí tres leguas, ocupaban nueve los acantonamientos todos. El cuartel general estaba en el segundo, y lo que se decía vanguardia y que era el cantón más numeroso, en el último, a las órdenes del coronel don Martín Rodríguez.
Algunos cientos de españoles prisioneros, que estaban incorporados en los batallones venidos últimamente de Buenos Aires, fueron desarmados y remitidos a Salta, para que fuesen distribuidos en clase de peones al vecindario, con cargo de responder de ellos los que se constituyesen sus patronos. Yo, con mi compañía de Dragones , tuve la comisión de escoltar hasta aquella ciudad a los que pertenecían al número 2; allí se quedaron desvalidos y pobres, pero años después encontré algunos en muy buena fortuna y hechos caballeros. Los que pertenecían al número 9 se conservaron algunos días después, hasta que una partida de dieciocho o veinte desertó al enemigo, capitaneados y conducidos por un fraile peruano, apóstata, que andaba entre nosotros. Fueron aprehendidos y fusilados, quedando para escarmiento la cabeza del fraile colocada en un palo. Todo esto se hizo inconsulto el general Rondeau, cuyo cuartel general sólo distaba seis leguas. Al menos así lo creimos todos.

Otra vez, el coronel Forest, habiendo aprehendido dos o tres desertores de su cuerpo, los hizo poner en capilla para fusilarlos a la mañana siguiente. El general Rondeau lo supo y marchó de Huacalera, que sólo tres leguas separan de Uquía, con el fin de presentarse en el cuadro e indultar a los reos. Forest tuvo también noticias de la próxima venida del general, y cuando menos, sospechó sus intenciones. Con este motivo precipitó la ejecución; hizo salir de carrera a los reos de la capilla, y les hizo tirar apresuradamente. Cuando llegó el bondadoso general a indultarlos, eran ya cadáveres. (...)

Jose María Paz
Memorias póstumas I
Emecé
Buenos Aires
2000