sábado, septiembre 30, 2006

La Quebrada de Humahuaca en 1910

"El camino de la Quebrada de Humahuaca se presenta a los ojos del viajero como una sucesión de cuadros incomparablemente bellos y distintos, desde el momento que el Río Grande de Jujuy tuerce su rumbo, al N.E., camino de las selvas chaqueñas, hasta que las cadenas de montañas, en cuyo seno se encajona la gran Quebrada, estrechándose se unen en Abra de Tres Cruces (3724 metros sobre el nivel del mar), portillo desmantelado desde donde se extiende la dilatada Puna, saturada de emocionante soledad.
Las variaciones más asombrosas se suceden en este largo trayecto de 35 leguas: variaciones del clima, de la vegetación, de las montañas y hasta del ánimo del viajero se operan sin brusquedades. Se diría que el paisaje se despoja paulatinamente de sus galas tropicales y, perdiendo vida y color, se prepara a resistir las inclemencias naturales de la alta meseta helada.
A lo largo de este camino, y siempre sobre las playas del río, se escalonan las poblaciones, distintas en nombres pero iguales en su aspecto exterior; las mismas construcciones se repiten desde que se deja a espaldas la ciudad de Jujuy; los mismos tipos se suceden; la misma vida se desliza, y si no fuese distinto el marco de la naturaleza donde estos núcleos se encuadran, se creería estar detenido siempre en el mismo lugar.
La Quebrada, hasta el Volcán, tiene los caracteres de un camino abierto en medio de una selva. Los cerros ostentan tupida arboleda hasta sus mismas cumbres; en las riberas del río lujuriosa vegetación obstruye el paso, mientras no se descuelguen las terribles crecientes que, arrsando todo, cubren con una capa de menuda arena, barro y grandes rodados aquel jardín natural que más tiempo tarda en destruirse que en formarse.
Más allá del Volcán, la vegetación pierde sus fuerzas; las cordilleras ostentan la desnudez de sus peñascos multicolores; las quebradas que van a desembocar a la de Humahuaca, secas en invierno y áridas siempre, se vuelven temibles en verano, cuando las lluvias torrenciales buscan su desagüe por ellas; no tienen el encanto natural de las que rodean la ciudad de Jujuy; sobre ellas flota algo de la gravedad propia de los panoramas puneños.
Empiezan aquí las crueldades del tiempo y los rigores de la altura. A la serendidad de las mañanas de cielo limpio en cuyo fondo inmenso se destacan las pardas serranías con sus lomos eternamente nevados, se oponen las tardes nubladas, con sus vientos huracanados que llevan torbellinos de arena, empañando la atmósfera y velando las lejanas cumbres.
Este es el camino de la gran Quebrada Argentina, de la histórica Quebrada de Humahuaca que liga la llanura fértil con la puna desolada, pampa inmensa y árida que ve interrumpida su monotonía por algunos cerros chatos, rojizos y dispersos, como si fueran desarticulaciones de perdidas cordilleras; pampa que se continúa más allá de las fronteras bajo el nombre de altiplano de Bolivia.
Este fué el camino natural que guardaron, celosos, los indios humahuacas hasta que allí los desalojó la conquista; fué el camino por donde entraron los castellanos a las tierras del antiguo Tucumán; por allí se mantuvieron el comercio y las comunicaciones de estas provinciales meridionales de América con el Perú; por la Quebrada ascenderían los ejércitos revolucionarios en los días de la emancipación; y por allí las necesidades económicas, la paz internacional y la expansión de las riquezas, han hecho que se tiendan los rielesque vincularán en el porvenir los estados americanos, acortando la travesía del estrecho de Magallanes."

Salvador Debenedetti
Exploración arqueológica a los cementerios prehistóricos de la Isla de Tilcara
1910