sábado, mayo 28, 2005

Cárcel dulce para un Cronopio

(...) Salta, descubierta al atardecer después de un día entero de viaje, cruzando el valle del Mojotoro, sombrío en sus montañas arboladas, pero centelleante allí abajo, en las espadas múltiples del río. Jujuy, pájaro diminuto y encantador, dormido a la sombra del Chañi, con sus hombres adustos y cordiales - y no hay contradicción: milagro de la raza india que persiste -, sus mujeres flexibles y sus calles prolijas. Y la nieve, la nieve, allá arriba, demasiado arriba...
De Jujuy nos lanzamos - salto soberbio - a las alturas de la quebrada de Humahuaca. Aquí, donde quisiera ser más entusiasta, se me desploman las palabras, y sólo me resta silencio, un silencio grávido. Usted irá alguna vez a la quebrada de Humahuaca; usted comprenderá entonces, esa imposibilidad de hablar. Allí, en cada pico y en cada valle, se queda uno a solas con Dios.
Llegamos hasta Tilcara, ya bien cerca de Bolivia, y a 2.500 metros de altura. Mi corazón - siempre traidor - no quiso dejarme subir más. Estaba un poco "apunado". Cuatro días vivimos en ese pueblecito, viendo a los indios, oyendo sus músicas, aprendiendo sus músicas. Un poco a la fuerza, porque un aluvión había cortado las vías. ¡Pero qué cárcel tan dulce! (...)

Carta de Julio Denis (seudónimo de Julio Cortázar) a Mercedes Arias, Chivilcoy, 1º de junio de 1941